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Voltaire


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lunes, 3 de mayo de 2010

¿MADRE POR QUÉ TE AMO TANTO?

     Todos los niños, inevitablemente, llegan a la fase de las preguntas famosas.
     Preguntan acerca de todo. Quieren saberlo todo, en la búsqueda por el conocimiento, para descubrir el mundo, en un deseo natural y bello de contemplar. 
     ¿De qué están hechas las nubes?
     ¿Por qué aquel hombre vive en la calle?
     ¿Cómo el Padre del Cielo puede vigilar a todos al mismo tiempo?
     ¿Cómo nació la primera madre?
     Porqués y más porqués… Que en muchas ocasiones pone los pelos de punta a sus padres.
      Una de esas preguntas, en especial, nos llamó la atención al leer un reportaje de una revista especializada en educación infantil.
       Madre, ¿por qué te amo tanto?
       Existen preguntas que nacieron para ser preguntas y existen respuestas que no son palabras. – Afirma la autora de la materia.
      Ella dice que en esos casos la mejor respuesta puede ser un beso, un fuerte abrazo, el toque, el silencio…
       Realmente, podemos pensar: ¿Cómo explicar el amor? ¿Cómo encontrar la razón en la tierra donde reinan los sentimientos?
      Sin la pretensión de explicarlo, pero con la voluntad de dejarlo aún más admirable, quizás podríamos decir a ese niño:
      Amas a tu madre pues, antes de ofrecerte el abrigo de una casa hecha de paredes, ella te guardó en un hogar de belleza sin igual, acogedor y lleno de paz.
      Amas a tu madre porque posiblemente esa no es la primera vez que la ves. Vuestros corazones amigos pudieron haberse encontrado mucho tiempo antes…
       Con certeza, amas a tu madre porque con el alimento del cuerpo ella te ofreció siempre la nutrición del alma con su sonrisa y un ¡Sé bienvenido al mundo, hijo mío!
      Tu amor hacia tu madre viene de los cuidados que ella tiene por las cosas más sencillas de la vida, tales como:
       arreglar los peluches en tu habitación para que ellos te digan buenos días por la mañana;
      disponer el monito a tu lado para que lo abraces por la noche y no te sientas solo;
      conversar contigo durante el baño enseñándote el nombre de cada trocito de tu nuevo cuerpo y llenándote de besos amorosos;
       bailar contigo en el salón, haciéndote girar, girar para escuchar tus carcajadas gustosas;
      tenerte en la falda asistiendo a tu dibujo favorito hasta que te quedes dormido, tranquilo, seguro, tibiecito;
      llevarte a su cama cuando te sientes solo en tu habitación por la noche, acurrucándote cerca de su corazón – recordando los tiempos que allí estabas creciendo robusto dentro de ella.
      Finalmente, podríamos decir que amas a tu madre porque ella te ama sin pedir nada a cambio. Lo que un día comprenderás como siendo el amor incondicional. Y ella será el más grande ejemplo de ese amor.
* * *
      Un hijo bien amado jamás olvidará a su madre.
     Aunque él siga por caminos tortuosos, adopte decisiones peligrosas en la vida, aquella candela del cariño maternal estará siempre presente.
       Será aquella lejana luz, en medio de la oscuridad dominante de la ignorancia – como una tierna invitación para devolverlo a la senda iluminada.
      El amor maternal será siempre tu lazo seguro y cierto con el amor de Dios.
      Que el Creador Supremo del Universo bendiga a todas las madres…


Redacción del Momento Espirita, con base en el artículo Cada pregunta difícil…, de Cristiane Rogerio, publicado en la Revista Crecer, de marzo de 2008, ed. Globo, Brasil.

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