lunes, 4 de junio de 2012
LA VOZ Y EL SILENCIO
Aumenta voluminosamente el alboroto en el mundo.
No hay respeto por el silencio.
La gente perdió el tono de equilibrio en las conversaciones, en los momentos de júbilo, en las comunicaciones fraternales.
Grita, cuando debería hablar, produciendo una competición de ruidos y de voces que estorban el discernimiento y apartan la armonía interior.
Las canciones dejan, poco a poco, de ser armoniosas y se presentan ruidosas, sin ningún sentido estético, expresando los conflictos y los desórdenes emocionales de sus autores.
Cada cual, justamente por eso, impone el volumen de su voz, de los ruidos del hogar, de las comunicaciones y entretenimientos a través de radios y televisiones.
Predomina la violencia en todo, en los sentimientos, en las conversaciones, en las actividades del día a día.
Hay demasiado ruido en el mundo, atormentando a las criaturas.
* * *
La voz es un instrumento delicado y de suma importancia en la existencia humana.
Por ser el único animal que consigue articular palabras, el ser humano debe utilizarse del aparato fonador en la condición de instrumento precioso, y de cuyo uso le dará cuentas a la Consciencia Cósmica que le concedió un tesoro admirable.
Jesús, el Sublime Comunicador, cuya dulce voz embriagaba de armonía a las multitudes, vivió rodeado siempre por las masas.
Sufrió, Se compadeció de ellas, pero no Se dejó aturdir por su insania y necesidad.
Luego de atenderlas, Se recogía al silencio, huyendo del bullicio, a fin de adentrarSe más al amor del Padre, renovando los sentimientos de misericordia y de comprensión.
Así procedía, a fin de que el cansancio, que surge en el alboroto, no Le quitase la ternura de las palabras y las acciones.
* * *
Necesitas, sí, de silencio interior, para reflexiones mejores y programaciones dignificantes en cualquier área del comportamiento en que te encuentres.
Aprende a callar y a meditar, a armonizarte y a no perder la seriedad en la multitud desordenada y parlanchina.
Los grandes sabios del Cosmos siempre supieron silenciar.
Silenciar en oración ante las necesidades del otro. Silenciar en respeto al sufrimiento ajeno.
Silenciar en consideración a las ideas divergentes. Silenciar la venganza ante de los males recibidos.
En el mundo del silencio construimos las palabras edificantes que van a salir de nuestra boca.
En el mundo sin voz elaboramos el canto que luego encantará a los oyentes en una sala de conciertos.
En el mundo del silencio mecemos nuestros amores, que pensamos en mejorar, reformar y transformar.
Así, sepamos dosificar el silencio en nuestras vidas, evitando que el alboroto y la locura se instalen.
Sepamos usar la voz con cuidado, cada vez que pronunciemos una palabra, como el concertista lo hace en la interpretación de una ópera.
La música elevada, como la vida, está hecha de sonido, pero también de silencio.
Redacción del Momento Espírita basada en el cap. Silêncio, del libro Jesus e vida, por el Espírito Joanna de Ângelis, psicografía de Divaldo Pereira Franco, ed. Leal.En 13.12.2010.
jueves, 31 de mayo de 2012
MEJORAR LA ACTITUD PARA ALCANZAR LA SABIDURÍA
"El planeta esta en etapa de trasformación; Somos los
trabajadores de la última hora; Despertáis, todos aquellos
que siguen dormidos; Ya no hay tiempo, para el egoísmo, el
orgullo, la pereza, las maledicencias, el odio, la envidia... y
etc.
¿Por donde empezar nuestro cambio?
- La caridad "verdadera" salva;
- Darse (Envolverse, en todo lo que haces, de corazón y con
amor) en las cosas, no dar cosas;
- El arrepentimiento es regenerador, tras la calma, y depura;
La evolución coloca el alumno, delante de las pruebas
necesarias, tanto para la EVALUACIÓN de sus conquistas,
como para la demostración de sus fragilidades.
Si eres buen alumno, el acierto y la corrección, de conductas
revelarán que eres un aprendiz capacitado, que asimiló las
lecciones que le fueran ministradas.
Si no lo eres, la reacción de rebeldía, de agresividad, o
actitudes inconstantes, se incumbe de demostrar la falta de
preparo del alumno. Entonces tendremos una urgente
necesidad de lecciones mas eficaces en la construcción del
abecedario Divino dentro del alma.
El arrepentimiento solo es valido, si viene acompañado del
reconocimiento de la propia culpa, en grado amplio y
absoluto. No se trata del sentimiento vinculado apenas a un
ámbito de la vida, como alguien que se arrepiente de haber
dicho una palabra torpe, pero en su día a día continua con
acciones indignas. Se arrepienten "al por menor" en
pequeñas cosas, pero continúan practicando el mal "al por
mayor".
***
Si nuestras actitudes consiguieren seguir el consejo de
nuestro Maestro "ORAR Y VIGILAR" , cambiando nuestra
manera de reaccionar, no nos importando con el tipo de
ofensa o circunstancia dolorosa. Evitando el revide,
controlando nuestros impulsos de atacar, contestar, con
violencia, respirando profundamente, alejándonos del local
de la provocación, recoger a la oración sincera, y solamente
después de tranquilizado por dentro, meditar en como
solucionar la cuestión. Estaremos empezando un camino
único hacía a la evolución que el planeta necesita, para
hacerse portador de la nueva etapa de transición.
Por eso esta escrito:
"Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la Tierra".
(San Mateo, cap. V, v. 4).
-viernes, 11 de mayo de 2012
LA HONESTIDAD NO TIENE PRECIO
La historia es conmovedora. Nos habla de una honestidad a toda prueba, y es contada por
Vladimir Petrov, joven prisionero de un campo de concentración en el noreste de Siberia.
Vladimir tenía un compañero de presidio llamado Andrey.
Ambos sabían que de aquel lugar pocos salían con vida, pues el alimento dado a los
prisioneros políticos no tenía como objetivo mantenerlos vivos por mucho tiempo.
La tasa de mortalidad era muy alta, gracias al régimen de hambre y a los trabajos forzados.
Y como es natural, los prisioneros, en su mayoría, robaban todo lo que les caía en sus
manos.
Vladimir tenía en una pequeña caja, algunas galletas, un poco de manteca y azúcar – cosas
que su madre le había mandado clandestinamente, de casi tres mil kilómetros de distancia.
Guardaba esos alimentos para cuando el hambre se volviera insoportable. Como la caja no
tenía llave, la llevaba siempre consigo.
Cierto día, Vladimir fue enviado para un trabajo temporal en otro campo. Y como no sabía
qué hacer con la caja, Andrey le dijo: déjala conmigo, yo te la guardaré. Puedes quedarte
tranquilo que conmigo estará a salvo.
Al día siguiente de su partida, una tempestad de nieve que duró dos o tres días dejó
intransitables todos los caminos, haciendo imposible el transporte de provisiones.
Vladimir sabía que en el campo de concentración que quedó Andrey, las cosas debían
marchar muy mal.
Solamente diez días más tarde los caminos fueron reabiertos y Vladimir volvió al campo.
Llegó la noche, todos ya habían vuelto del trabajo, pero no vio a Andrey entre los demás.
Se dirigió al capataz y le preguntó:
- ¿Dónde está Andrey?
- Enterrado en una sepultura enorme junto a otros tantos prisioneros, respondió. Pero
antes de morir me pidió que te guardara esto.
Vladimir sintió una fuerte congoja en el corazón.
- Ni mi manteca ni las galletas pudieron salvarlo, pensó.
Abrió la caja y, dentro de ella, al lado de los alimentos intactos, encontró un billete que
decía:
“Estimado Vladimir. Escribo mientras pueda mover la mano. No sé si viviré hasta que tú
vuelvas, porque estoy terriblemente debilitado. Si muero, avisa a mi mujer y a mis hijos.
Tú sabes la dirección.
Dejo tus cosas con el capataz. Espero que las recibas intactas.”
Andrey.
¡Piense en ello!
Ser honesto es un deber que cabe a todas las criaturas que tengan como meta la felicidad.
Y la fidelidad es una de las virtudes que liberta el ser y lo eleva en la dirección de la luz.
Una amistad sólida y duradera sólo se construye con fidelidad y honestidad recíprocas.
Solamente las personas honestas y fieles poseen la grandeza de alma de los que ya se
cuentan entre los espíritus verdaderamente libres.
¡Pensemos en eso!
(De la revista Selecciones del Reader’s Digest, Ene/1950 )
Vladimir Petrov, joven prisionero de un campo de concentración en el noreste de Siberia.
Vladimir tenía un compañero de presidio llamado Andrey.
Ambos sabían que de aquel lugar pocos salían con vida, pues el alimento dado a los
prisioneros políticos no tenía como objetivo mantenerlos vivos por mucho tiempo.
La tasa de mortalidad era muy alta, gracias al régimen de hambre y a los trabajos forzados.
Y como es natural, los prisioneros, en su mayoría, robaban todo lo que les caía en sus
manos.
Vladimir tenía en una pequeña caja, algunas galletas, un poco de manteca y azúcar – cosas
que su madre le había mandado clandestinamente, de casi tres mil kilómetros de distancia.
Guardaba esos alimentos para cuando el hambre se volviera insoportable. Como la caja no
tenía llave, la llevaba siempre consigo.
Cierto día, Vladimir fue enviado para un trabajo temporal en otro campo. Y como no sabía
qué hacer con la caja, Andrey le dijo: déjala conmigo, yo te la guardaré. Puedes quedarte
tranquilo que conmigo estará a salvo.
Al día siguiente de su partida, una tempestad de nieve que duró dos o tres días dejó
intransitables todos los caminos, haciendo imposible el transporte de provisiones.
Vladimir sabía que en el campo de concentración que quedó Andrey, las cosas debían
marchar muy mal.
Solamente diez días más tarde los caminos fueron reabiertos y Vladimir volvió al campo.
Llegó la noche, todos ya habían vuelto del trabajo, pero no vio a Andrey entre los demás.
Se dirigió al capataz y le preguntó:
- ¿Dónde está Andrey?
- Enterrado en una sepultura enorme junto a otros tantos prisioneros, respondió. Pero
antes de morir me pidió que te guardara esto.
Vladimir sintió una fuerte congoja en el corazón.
- Ni mi manteca ni las galletas pudieron salvarlo, pensó.
Abrió la caja y, dentro de ella, al lado de los alimentos intactos, encontró un billete que
decía:
“Estimado Vladimir. Escribo mientras pueda mover la mano. No sé si viviré hasta que tú
vuelvas, porque estoy terriblemente debilitado. Si muero, avisa a mi mujer y a mis hijos.
Tú sabes la dirección.
Dejo tus cosas con el capataz. Espero que las recibas intactas.”
Andrey.
¡Piense en ello!
Ser honesto es un deber que cabe a todas las criaturas que tengan como meta la felicidad.
Y la fidelidad es una de las virtudes que liberta el ser y lo eleva en la dirección de la luz.
Una amistad sólida y duradera sólo se construye con fidelidad y honestidad recíprocas.
Solamente las personas honestas y fieles poseen la grandeza de alma de los que ya se
cuentan entre los espíritus verdaderamente libres.
¡Pensemos en eso!
(De la revista Selecciones del Reader’s Digest, Ene/1950 )
martes, 1 de mayo de 2012
PRUEBAS E APRENDIZAJE
Cuando el dolor llega a nuestra puerta y llena nuestra vida de tinieblas, generalmente nos desesperamos o nos entregamos al llanto.
Sin ánimo, miramos a nuestro alrededor y envidiamos a los felices del mundo: aquellos que poseen riquezas, salud o familia perfectas y que aparentemente no tienen preocupaciones.
En esas horas de pruebas, nos lamentamos y lloramos. Raras veces aprovechamos la ocasión para meditar y aprender buenas lecciones.
Muchas veces, aquí en la Tierra, las preocupaciones de la vida material nos oscurecen la lucidez.
Nos quedamos tan afligidos con lo que vamos comer o beber que nos olvidamos de que tenemos Dios, un Padre amoroso que nos cuida a todos.
Cree: nadie está olvidado por este Padre amoroso y bueno, que permite que nazca el sol sobre los buenos y los malos, que hace caer la lluvia sobre los justos e injustos.
Muchas veces nos preguntamos: ¿Por qué pasa eso conmigo? La pregunta debería ser distinta: ¿Para qué ocurre eso conmigo?
Si, toda y cualquier experiencia – sufrida o feliz – nos trae un aprendizaje importante. Son momentos que enriquecen nuestra alma.
Dios no juega con nuestras vidas. Y, si Él permite que se nos ocurran determinados hechos, es porque hay un objetivo útil e importante para nosotros.
Haga una retrospectiva: observe los momentos difíciles de su vida, ellos trajeron algo de nuevo, un aprendizaje especial. Cada lágrima agregó sabiduría, experiencia, una nueva manera de ver la vida.
La enfermedad, por ejemplo, nos enseña a valorar la salud, a cuidar mejor del cuerpo. La pobreza nos revela la importancia del trabajo y del esfuerzo personal. Los familiares difíciles nos ofrecen la lección de la tolerancia.
Al fin, las pruebas nos enseñan a ser más sensibles delante del sufrimiento ajeno. Esas lecciones, cuando interiorizadas, se quedan para siempre.
La verdad es que las dificultades son advertencias que se nos presenta la vida, alertas acerca de nuestras actitudes hacia el prójimo.
Si algo de malo nos ocurre, vale la pena preguntarse: ¿qué es lo que puedo aprender con eso? ¿Cómo puedo mejorar a partir de este suceso?
Pero, ¡atención!: nada de eso significa que debemos cultivar el dolor. ¡Eso no! El bien sufrir no significa cultivar el sufrimiento, ser conformista o agravar el dolor que padecemos.
El bien sufrir significa enfrentar las dificultades con fe y coraje, alimentar la esperanza enfrentando las situaciones con serenidad.
Entonces, busque soluciones, luche por su felicidad. Pero, haga todo eso con tranquilidad.
Cuando caigan sobre ti las dificultades de la vida, no te entregues a la rebeldía destructiva. En silencio, haz una oración y busca descubrir el aprendizaje oculto que la situación difícil te presenta.
Cree: por más difícil que sea la experiencia, los frutos del aprendizaje jamás se perderán, y ellos nos tornarán más sabios y generosos.
Por eso, siempre que las lágrimas visiten tu frente, yerga los ojos para los cielos y agradece.
En tus plegarias, pide a Dios la fuerza necesaria para superar el momento difícil y la inspiración para encontrar las soluciones.
Y Dios, que nos ama tanto, no dejará de atendernos, según nuestras necesidades espirituales.
Y cuando termine el momento difícil, te sentirás mejor al verificar que no te has entregado al desespero.
Generalmente, la solución está cerca. Cuando estamos trastornados por el miedo o el desespero, es más difícil solucionar el problema. Con calma, siempre podremos ver la luz al final del túnel.
¡Piensa en eso!
Redacción del Momento Espírita.
Traducción: Vera Regina de Sousa, Miguel Angel Gill y Lincoln Barros de Sousa
Sin ánimo, miramos a nuestro alrededor y envidiamos a los felices del mundo: aquellos que poseen riquezas, salud o familia perfectas y que aparentemente no tienen preocupaciones.
En esas horas de pruebas, nos lamentamos y lloramos. Raras veces aprovechamos la ocasión para meditar y aprender buenas lecciones.
Muchas veces, aquí en la Tierra, las preocupaciones de la vida material nos oscurecen la lucidez.
Nos quedamos tan afligidos con lo que vamos comer o beber que nos olvidamos de que tenemos Dios, un Padre amoroso que nos cuida a todos.
Cree: nadie está olvidado por este Padre amoroso y bueno, que permite que nazca el sol sobre los buenos y los malos, que hace caer la lluvia sobre los justos e injustos.
Muchas veces nos preguntamos: ¿Por qué pasa eso conmigo? La pregunta debería ser distinta: ¿Para qué ocurre eso conmigo?
Si, toda y cualquier experiencia – sufrida o feliz – nos trae un aprendizaje importante. Son momentos que enriquecen nuestra alma.
Dios no juega con nuestras vidas. Y, si Él permite que se nos ocurran determinados hechos, es porque hay un objetivo útil e importante para nosotros.
Haga una retrospectiva: observe los momentos difíciles de su vida, ellos trajeron algo de nuevo, un aprendizaje especial. Cada lágrima agregó sabiduría, experiencia, una nueva manera de ver la vida.
La enfermedad, por ejemplo, nos enseña a valorar la salud, a cuidar mejor del cuerpo. La pobreza nos revela la importancia del trabajo y del esfuerzo personal. Los familiares difíciles nos ofrecen la lección de la tolerancia.
Al fin, las pruebas nos enseñan a ser más sensibles delante del sufrimiento ajeno. Esas lecciones, cuando interiorizadas, se quedan para siempre.
La verdad es que las dificultades son advertencias que se nos presenta la vida, alertas acerca de nuestras actitudes hacia el prójimo.
Si algo de malo nos ocurre, vale la pena preguntarse: ¿qué es lo que puedo aprender con eso? ¿Cómo puedo mejorar a partir de este suceso?
Pero, ¡atención!: nada de eso significa que debemos cultivar el dolor. ¡Eso no! El bien sufrir no significa cultivar el sufrimiento, ser conformista o agravar el dolor que padecemos.
El bien sufrir significa enfrentar las dificultades con fe y coraje, alimentar la esperanza enfrentando las situaciones con serenidad.
Entonces, busque soluciones, luche por su felicidad. Pero, haga todo eso con tranquilidad.
Cuando caigan sobre ti las dificultades de la vida, no te entregues a la rebeldía destructiva. En silencio, haz una oración y busca descubrir el aprendizaje oculto que la situación difícil te presenta.
Cree: por más difícil que sea la experiencia, los frutos del aprendizaje jamás se perderán, y ellos nos tornarán más sabios y generosos.
Por eso, siempre que las lágrimas visiten tu frente, yerga los ojos para los cielos y agradece.
En tus plegarias, pide a Dios la fuerza necesaria para superar el momento difícil y la inspiración para encontrar las soluciones.
Y Dios, que nos ama tanto, no dejará de atendernos, según nuestras necesidades espirituales.
Y cuando termine el momento difícil, te sentirás mejor al verificar que no te has entregado al desespero.
Generalmente, la solución está cerca. Cuando estamos trastornados por el miedo o el desespero, es más difícil solucionar el problema. Con calma, siempre podremos ver la luz al final del túnel.
¡Piensa en eso!
Redacción del Momento Espírita.
Traducción: Vera Regina de Sousa, Miguel Angel Gill y Lincoln Barros de Sousa
UNA ENFERMERA MÁS ALLÁ DEL DEBER
Nos cuenta A. J. Cronin en su obra Por los caminos de mi vida, el ejemplo de Olwen
Davies, una enfermera que a los 25 años fue nombrada para el cargo de enfermera
visitante, al terminar su curso práctico en el hospital.
No obstante la recepción gélida que tuvo en el pueblito para donde había sido designada,
ella se entregó al trabajo con mucho entusiasmo.
Con cualquier tiempo ella salía a pie visitando a los enfermos, subiendo las montañas y
andando por caminos desiertos.
El médico de la localidad era un mal profesional y fueron tantas las desilusiones que Olwen
tuvo que luchar para vencer la tentación de dimitirse.
Cuando una violenta epidemia de fiebre tifoidea atacó el pequeño pueblo, ella fue hasta el
responsable por la Salud Pública a fin de recibir instrucciones para combatir la epidemia.
Él la despidió con irritación diciéndole que el brote no era novedad. Los enfermos serían
medicados y nada más. Con eso era suficiente.
La enfermera cogió muestras de agua de diversos pozos artesianos de donde la población
se abastecía y las encaminó para análisis de laboratorio.
Después de 48 horas, un telegrama oficial informaba que el tifus tenía origen en un
determinado pozo que abastecía la parte baja del pueblo.
La Salud Pública vedó el pozo y la enfermera sufrió rechazos de todo tipo por haberse
desviado de sus deberes, inmiscuyéndose donde no debía.
Sin embargo, los casos de tifus no ocurrieron más y la epidemia fue controlada en tiempo
record. La opinión pública cambió y el pueblo le abrió las puertas.
Una comisión de vecinos le regaló una bicicleta al final del año. Ahora ella llegaba
rápidamente a los enfermos más necesitados.
Por iniciativa propia, ella inauguró una Clínica para niños y ancianos en una habitación
alquilada y pagada con su dinero.
Cuando le decían que ella debería estar ocupando cargos directivos en hospitales
importantes, como algunas de las jóvenes que se habían titulado en la misma clase, ella
respondía:
- Mi lugar es este donde me encuentro. Prefiero trabajar en el anonimato, cuidando niños y
ancianos necesitados.
Cierto día, ella salió en su bicicleta para visitar a un enfermo.
En un tramo de la carretera ella chocó con una pilastra que se había caído. Olwen Davies
permaneció allí toda la noche, bajo el viento y la lluvia.
Por la mañana fue encontrada y llevada al hospital de una ciudad más grande. Ella se había
fracturado la columna vertebral.
Una serie de cirugías largas y complicadas, masajes y electroterapia no dieron resultado.
Ella jamás volvería a caminar.
La valiente enfermera no se abatió. Años después, en una silla de ruedas, el pelo
encanecido, más delgada, las piernas protegidas por
una manta, pero aún con el uniforme, allí estaba ella firme en la tarea a favor del prójimo.
Rodeada por enfermos en su gran mayoría niños, sus manos manejaban con práctica las
ruedas de su silla.
Cuando las personas le preguntaban cómo se sentía, ella sonreía, demostrando alegría y
bienestar y decía:
¿No estás viendo? ¡Estoy óptima! Volví al trabajo y aún con un par de ruedas.
Acuérdate siempre de la noble aplicación de los valores que dispones: la visión, la palabra,
la audición, el movimiento, la lucidez y tantos otros, distribuyendo bendiciones hacia
aquellos que tienen dificultades más grandes que la tuya.
Y considera que El hombre que cumple su deber ama a Dios más que a las personas y ama a las personas más que a si mismo.
Redacción del Momento Espírita con base en el artículo O dever e o altruísmo,
de autoría de José Ferraz, incluido en la revista Presença Espírita n. 229,
editora Leal y el ítem 7 del capítulo XVII de El Evangelio Según
el Espiritismo, de Allan Kardec, editora FEB.
En 19.07.2010.
Davies, una enfermera que a los 25 años fue nombrada para el cargo de enfermera
visitante, al terminar su curso práctico en el hospital.
No obstante la recepción gélida que tuvo en el pueblito para donde había sido designada,
ella se entregó al trabajo con mucho entusiasmo.
Con cualquier tiempo ella salía a pie visitando a los enfermos, subiendo las montañas y
andando por caminos desiertos.
El médico de la localidad era un mal profesional y fueron tantas las desilusiones que Olwen
tuvo que luchar para vencer la tentación de dimitirse.
Cuando una violenta epidemia de fiebre tifoidea atacó el pequeño pueblo, ella fue hasta el
responsable por la Salud Pública a fin de recibir instrucciones para combatir la epidemia.
Él la despidió con irritación diciéndole que el brote no era novedad. Los enfermos serían
medicados y nada más. Con eso era suficiente.
La enfermera cogió muestras de agua de diversos pozos artesianos de donde la población
se abastecía y las encaminó para análisis de laboratorio.
Después de 48 horas, un telegrama oficial informaba que el tifus tenía origen en un
determinado pozo que abastecía la parte baja del pueblo.
La Salud Pública vedó el pozo y la enfermera sufrió rechazos de todo tipo por haberse
desviado de sus deberes, inmiscuyéndose donde no debía.
Sin embargo, los casos de tifus no ocurrieron más y la epidemia fue controlada en tiempo
record. La opinión pública cambió y el pueblo le abrió las puertas.
Una comisión de vecinos le regaló una bicicleta al final del año. Ahora ella llegaba
rápidamente a los enfermos más necesitados.
Por iniciativa propia, ella inauguró una Clínica para niños y ancianos en una habitación
alquilada y pagada con su dinero.
Cuando le decían que ella debería estar ocupando cargos directivos en hospitales
importantes, como algunas de las jóvenes que se habían titulado en la misma clase, ella
respondía:
- Mi lugar es este donde me encuentro. Prefiero trabajar en el anonimato, cuidando niños y
ancianos necesitados.
Cierto día, ella salió en su bicicleta para visitar a un enfermo.
En un tramo de la carretera ella chocó con una pilastra que se había caído. Olwen Davies
permaneció allí toda la noche, bajo el viento y la lluvia.
Por la mañana fue encontrada y llevada al hospital de una ciudad más grande. Ella se había
fracturado la columna vertebral.
Una serie de cirugías largas y complicadas, masajes y electroterapia no dieron resultado.
Ella jamás volvería a caminar.
La valiente enfermera no se abatió. Años después, en una silla de ruedas, el pelo
encanecido, más delgada, las piernas protegidas por
una manta, pero aún con el uniforme, allí estaba ella firme en la tarea a favor del prójimo.
Rodeada por enfermos en su gran mayoría niños, sus manos manejaban con práctica las
ruedas de su silla.
Cuando las personas le preguntaban cómo se sentía, ella sonreía, demostrando alegría y
bienestar y decía:
¿No estás viendo? ¡Estoy óptima! Volví al trabajo y aún con un par de ruedas.
* * *
Acuérdate siempre de la noble aplicación de los valores que dispones: la visión, la palabra,
la audición, el movimiento, la lucidez y tantos otros, distribuyendo bendiciones hacia
aquellos que tienen dificultades más grandes que la tuya.
Y considera que El hombre que cumple su deber ama a Dios más que a las personas y ama a las personas más que a si mismo.
Redacción del Momento Espírita con base en el artículo O dever e o altruísmo,
de autoría de José Ferraz, incluido en la revista Presença Espírita n. 229,
editora Leal y el ítem 7 del capítulo XVII de El Evangelio Según
el Espiritismo, de Allan Kardec, editora FEB.
En 19.07.2010.
miércoles, 11 de abril de 2012
PRUEBAS E APRENDIZAJE
Redacción del Momento Espírita.
Traducción: Vera Regina de Sousa, Miguel Angel Gill y Lincoln Barros de Sousa
Cuando el dolor llega a nuestra puerta y llena nuestra vida de tinieblas, generalmente nos desesperamos o nos entregamos al llanto.
Sin ánimo, miramos a nuestro alrededor y envidiamos a los felices del mundo: aquellos que poseen riquezas, salud o familia perfectas y que aparentemente no tienen preocupaciones.
En esas horas de pruebas, nos lamentamos y lloramos. Raras veces aprovechamos la ocasión para meditar y aprender buenas lecciones.
Muchas veces, aquí en la Tierra, las preocupaciones de la vida material nos oscurecen la lucidez.
Nos quedamos tan afligidos con lo que vamos comer o beber que nos olvidamos de que tenemos Dios, un Padre amoroso que nos cuida a todos.
Cree: nadie está olvidado por este Padre amoroso y bueno, que permite que nazca el sol sobre los buenos y los malos, que hace caer la lluvia sobre los justos e injustos.
Muchas veces nos preguntamos: ¿Por qué pasa eso conmigo? La pregunta debería ser distinta: ¿Para qué ocurre eso conmigo?
Si, toda y cualquier experiencia – sufrida o feliz – nos trae un aprendizaje importante. Son momentos que enriquecen nuestra alma.
Dios no juega con nuestras vidas. Y, si Él permite que se nos ocurran determinados hechos, es porque hay un objetivo útil e importante para nosotros.
Haga una retrospectiva: observe los momentos difíciles de su vida, ellos trajeron algo de nuevo, un aprendizaje especial. Cada lágrima agregó sabiduría, experiencia, una nueva manera de ver la vida.
La enfermedad, por ejemplo, nos enseña a valorar la salud, a cuidar mejor del cuerpo. La pobreza nos revela la importancia del trabajo y del esfuerzo personal. Los familiares difíciles nos ofrecen la lección de la tolerancia.
Al fin, las pruebas nos enseñan a ser más sensibles delante del sufrimiento ajeno. Esas lecciones, cuando interiorizadas, se quedan para siempre.
La verdad es que las dificultades son advertencias que se nos presenta la vida, alertas acerca de nuestras actitudes hacia el prójimo.
Si algo de malo nos ocurre, vale la pena preguntarse: ¿qué es lo que puedo aprender con eso? ¿Cómo puedo mejorar a partir de este suceso?
Pero, ¡atención!: nada de eso significa que debemos cultivar el dolor. ¡Eso no! El bien sufrir no significa cultivar el sufrimiento, ser conformista o agravar el dolor que padecemos.
El bien sufrir significa enfrentar las dificultades con fe y coraje, alimentar la esperanza enfrentando las situaciones con serenidad.
Entonces, busque soluciones, luche por su felicidad. Pero, haga todo eso con tranquilidad.
Cuando caigan sobre ti las dificultades de la vida, no te entregues a la rebeldía destructiva. En silencio, haz una oración y busca descubrir el aprendizaje oculto que la situación difícil te presenta.
Cree: por más difícil que sea la experiencia, los frutos del aprendizaje jamás se perderán, y ellos nos tornarán más sabios y generosos.
Por eso, siempre que las lágrimas visiten tu frente, yerga los ojos para los cielos y agradece.
En tus plegarias, pide a Dios la fuerza necesaria para superar el momento difícil y la inspiración para encontrar las soluciones.
Y Dios, que nos ama tanto, no dejará de atendernos, según nuestras necesidades espirituales.
Y cuando termine el momento difícil, te sentirás mejor al verificar que no te has entregado al desespero.
Generalmente, la solución está cerca. Cuando estamos trastornados por el miedo o el desespero, es más difícil solucionar el problema. Con calma, siempre podremos ver la luz al final del túnel.
¡Piensa en eso!
Traducción: Vera Regina de Sousa, Miguel Angel Gill y Lincoln Barros de Sousa
domingo, 19 de febrero de 2012
MAHATMA GANDHI
"Le preguntaron a Mahatma Gandhi cuáles son los factores que destruyen al ser humano. Él respondió así: La política sin principios, el placer sin compromiso, la riqueza sin trabajo, la sabiduría sin carácter, los negocios sin moral, la ciencia sin humanidad y la oración sin caridad.
La vida me ha enseñado que la gente es amable, si yo soy amable; que las personas están tristes, si estoy triste; que todos me quieren, si yo los quiero; que todos son malos, si yo los odio; que hay caras sonrientes, si les sonrío; que hay caras amargas, si estoy amargado; que el mundo esta feliz si yo soy feliz; que la gente se enoja, si yo soy enojón; que las personas son agradecidas, si yo soy agradecido. La vida es como un espejo, me devuelve la sonrisa. La actitud que tome frente a la vida, es la misma que la vida tomará ante mí"
"El que quiera ser amado, que ame".
UN CONSEJO DE NUESTRO AMIGO
Naciste en el hogar que necesitabas;
Vestiste el cuerpo que merecías;
Vives donde Dios cree que es lo mejor para ti, de acuerdo
con tu adelantamiento;
Posees los recursos financieros coherentes con tu
necesidades, ni más ni menos, lo justo para tus luchas
terrenales;
Tu ambiente de trabajo, lo elegiste tú, espontáneamente,
para tus realizaciones;
Tus parientes y amigos, son almas que atraes por tu propia
afinidad;
Por lo tanto tu destino esta constantemente en tus manos y
bajo tu control;
Tú escoges, eliges, atraes, buscas, expulsas, modificas, todo
aquello que te rodea la existencia;
Tus pensamientos y voluntad, son las llaves de tus actitudes y
acciones, son las fuentes de atracción y repulsión en tu
jornada y vivencia;
No reclames ni te hagas de victima;
Antes todo analiza y observa;
El CAMBIO esta en tus manos;
Reprograma tus metas, buscas el bien y vivirás mejor;
¡A PESAR DE QUE NADIE PUEDA HACER
UN NUEVO COMIENZO, CUALQUIERA PODRÁ
EMPEZAR DE NUEVO Y HACER UN NUEVO FINAL!
CHICO XAVIER
Suscribirse a:
Entradas (Atom)